Aquel rey vivía como tal. En pareja era altanero y en trío un déspota. Cuando lograba reunirse con cuatro miembros de su familia, llegaba a la crueldad. Participaba en todo evento que se producía en su reino.
Había tal cantidad de humo que la superficie verde donde se celebraba el torneo de primavera parecía envuelto en una niebla perenne.
¿Cuantas quiere, señor director? -dame tres. Vamos vamos, rápido-. Una gota de sudor moría en la comisura de la boca, después de regar la barba de dos días. Descubría una gran excitación. Había ganado. Su pócker de reyes sobre el tapete le respaldaba. No tendría que negociar el nuevo convenio. Pringados.
Uno de los compañeros de mesa, subdirector de la empresa, en el reparto de cartas había recibido un rey de diamantes, de la que se descartó para intentar ligar un trío de nueves. Optó por callar. Antes de finalizar el año sería el nuevo director y en cualquier momento tendría que sacar una carta de la manga.